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En 2010, la Comisión Europea propuso una estrategia a 10 años que fue desencadenada por la crisis económica y social que atravesó Europa en esos años. La Estrategia Europa 2020 ha sido la agenda de la UE para el crecimiento y el empleo durante la década. Hace hincapié en un crecimiento inteligente, sostenible e integrador para mejorar la competitividad y la productividad de Europa y apoyar una economía social de mercado sostenible. En 2011, se acuñó el término Industria 4.0 como parte de la estrategia de crecimiento a través de la transformación digital de la UE, realizando hojas de ruta para promover la digitalización de la fabricación. Industria 4.0 es un concepto integral, así como una nueva tendencia en la manufactura (y sectores relevantes) basada en la integración de un conjunto de tecnologías que habilitan ecosistemas de fábricas inteligentes, autónomas y descentralizadas y productos-servicios integrados (C. Santos, 2017). La tendencia de la Industria 4.0 está alterando las capacidades de producción de todas las industrias, incluido el sector agrícola. Se basa en una variedad de tecnologías digitales: Internet de las cosas, Big Data, Inteligencia artificial y de prácticas digitales: cooperación, movilidad, innovación abierta. Se trata de una transformación de las infraestructuras de producción como granjas «conectadas», nuevos equipos de producción y equipos «conectados». El resultado es permitir una mayor productividad y calidad y protección del medio ambiente. Pero también generan modificaciones en la cadena de valor y modelos de negocio con mayor énfasis en la recopilación, análisis e intercambio de conocimiento. La agricultura de precisión es la metodología central comprometida con la definición de digitalización de la agricultura. El desafío más importante en la adopción de la metodología de agricultura de precisión es la capacidad de los agricultores para invertir y mejorar sus prácticas de producción. La población activa en la agricultura está envejeciendo, con más del 56% de más de 55 años en Europa (Euractiv, 2016). Las habilidades digitales de la fuerza laboral son, por tanto, limitadas y requieren una inversión adicional en formación para adoptar tecnologías.